Monday, May 28, 2012

La duración de las carreras universitarias: es un zapato chino… y una estafa.

Y esto, dicho educacional, social y económicamente.

Se discute en estos días, en Puerto Montt por los rectores y el gobierno, el problema de la duración de las carreras. Pero mucho se hace solo con la idea de bajar los costos. En realidad, en educación el repetir de manera hueca que la educación es “demasiado cara” debe asociarse solo con las estrategias de gobiernos globalizados y mercenarios, como lo patrocina el banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Una respuesta muy antigua es “que lo intenten, como lo hacen, con la pobreza”, para ver como les resulta. Y encontrarán al Tercer Mundo en el medio. Y Chile con ellos.
La llamada “tercerización” de la educación o el cobro de los estudios por las universidades estatales, que se hace en el Primer Mundo desde que la globalización tomó control de un mundo mercenario, es un fracaso a corto y largo plazo. Deudas insostenibles y pérdida total de la equidad a corto y mediano plazo. Y a largo, imposibilidad de un verdadero desarrollo de las sociedades, como la chilena y tantas otras, de forma eficiente, con equidad y calidad. La idea torpe y ciega del Presidente chileno (y que repitió en su discurso del 21 de Mayo) de que “no hay que pagarle la educación a los ricos”, es un volador de colores para causar inseguridad y pretenderse generoso socialmente. Nada más lejos de lo que pretende. La introducción del lucro ha generado la mediocridad arrogante de “porque somos una universidad, somos automáticamente buenos”. Y eso, hecho con estrategias de venta al estilo de “La polar”. Esa idea no tiene fundamento alguno cuando los cursos son masivos, desintegrados, basados en simple información, con  mal acceso a esta y discriminado por la inequidad. Además, no identifica  siquiera que la calidad de la educación necesita integración docente, institucional, entre los centros universitarios y los de trabajo. Ni de que la continuidad del aprendizaje formativo se pierde en las “enormes vacaciones” que las pagan los estudiantes y sus familias.
Fuera de los alcances de equidad y responsabilidad socio-económica que determinan artificialmente la prolongación de las carreras, para aumentar los tiempos de pagos por parte de los estudiantes, está el hecho demostrado de que los años lectivos (el tiempo de duración de los cursos en las universidades cada año) actualmente se mueven entre 32 semanas a 36 semanas de asistencia por año. Así, la idea de “dar 16 a 20 semanas de vacaciones” es inmoral e ineficiente. Inmoral porque las carreras duran, sin ser necesario, por 5,6, 7 ó más años,. Ningún país se debe permitir “vacaciones” de ese tipo: especialmente si son pagadas por los estudiantes… y con creces. Chile no permite el trabajo estudiantil para costearse sus estudios dada la enorme cesantía juvenil, los salarios indignos y el alto subdesarrollo existente en lo industrial y funcional. (Con un salario mínimo de $182.000 mensuales, indigno y que en muchos casos, la mayoría, ni siquiera dedicado solo al pago de los costos impuestos por las universidades, alcanzaría para un estudiante…) De hecho, ahora, el trabajo de verano casi no funciona en el primer mundo por la privatización educacional que aumenta.  Las crisis y represión que se ven en Quebec y Canadá, además de otros lugares de Europa, lo demuestra con claridad. Las “deudas” al titularse, impuestas a los estudiantes canadienses, son del orden de los 30 mil a más de 100 mil dólares, dependiendo de las carreras. Y esto quebró la relativa equidad (en términos capitalistas) que existía, produciendo el estallido de indignación social, que solo empieza. Las leyes nuevas en Quebec (Lay 78), son “a la chilena”: represivas, no dan soluciones y criminalizan el derecho a la educación.
Desde un punto de vista de eficiencia educacional, las largas duraciones de las carreras y sus “vacaciones in justificables” tampoco permiten la integración educacional de práctica, teoría y de evaluaciones basadas en competencias profesionales, fundamentales en los modelos educacionales modernos. Los tiempos de evaluaciones “finales”, basados en pruebas fundamentalmente de tipo memorísticos y repetitivas, promediadas, donde no hay evidencia alguna de que los estudiantes tengan efectivamente las competencias profesionales necesarias y vayan progresando, además de asegurarse de que las obtienen y lo demuestran. Este circo de pretender y no hacer debe terminarse. Y pronto.  Para producir profesionales eficientes -y no pasadores de exámenes y “premiados con diplomas irrelevantes”- se requiere entender que las competencias profesionales implican la integración permanente de los componentes teóricos, de la adecuada y constante participación en las practicas profesionales esperadas y de la habilidad de los estudiantes y de los docentes a evaluar la capacidad de progreso y de, al mismo tiempo, ver como se adecuan los futuros a sus campos de trabajo. Cuando un estudiante “termina” su carrera y recibe su diploma, lo mas frecuente es que se encuentre “perdido”: no saber en que consiste su profesión y deben seguir estudiante, escapando –a un alto costo, sin duda alguna- en una fuga hacia delante con especializaciones mal diseñadas y peor acreditadas. (Muchas de las acreditaciones, aunque duela, son hechas “a lo compadre”) Hay carreras de “duración espantosamente largas” y que con eficiencia se han acortado a periodos razonables y de gran eficacidad. Reformas mayores de los currícula las han llevado de 7 años a 3 ó cuatro, como son los casos de McMaster y otras, en Canadá, o como Queensland y varias más, en Australia. Argentina y Brasil tienen buenas experiencias al respecto… Claro que “en Chile, a menudo, se pretende que todo lo hacemos mejor”, sin tener evidencia alguna de ello.
Finalmente, en esta breve discusión, dado que en Chile la investigación de las universidades públicas casi no tiene financiamiento –con el daño actual y a futuro que eso representa y el hecho que en las privadas la investigación es inexistente ("costos que cortan mucho los beneficios", dicen)- el ponerla como prioridad permitiría que los estudiantes sí tengan campos de aprendizaje en investigación y financiamientos que permitan mantenerlos en su formación profesional. Y a los docentes los sacarían de su trabajo de simple  transmisión de información, repetitivo y sin creación, por uno en que sean generadores de esa información y de búsqueda de respuestas a las necesidades del país y de sus pueblos. Que el mejor docente es el que hace que el estudiante mismos se haga las preguntas y encuentre las respuestas. 
Un tema fascinante y, en el que el derecho a la educación y la responsabilidad social deben ser ejercidas en paralelo y no una en desmedro de la otra, como lo quieren hacer nuestros empresarios del lucro. La posición de los estudiantes no es desmedida. Los empresarios y “dueños del país”, que con el solo objetivo de desvirtuarla y ridiculizarla, dicen que corresponde a posiciones de Mayo del 1968. Entonces los estudiantes decían: “Sean realistas, exijan lo imposible” (Y que, como hemos visto, no era imposible y sí era mucho más realista que las mentiras mercantiles con las que nos ha invadido y estafado el ultra-liberalismo en vigor)
 28 de Mayo del 2012.


Para el impacto en un país de Primer Mundo, ver: 
http://derechoshumanosyjusticiaparatodos.blogspot.ca/2012/05/chile-con-91-otros-paises-prefiere.html   y  http://derechoshumanosyjusticiaparatodos.blogspot.ca/2012/05/respuestas-similares-los-estudiantes-en.html

El autor es Profesor Emérito en la Universidad de McMaster, Canadá y ha trabajado como consultor y profesor en la formación profesional y docente en América Latina (Universidades y Organización Mundial de la Salud) y Canadá por más de 25 años.

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