Nunca será demasiado temprano para que los organismos internacionales identifiquen los grandes problemas dejados por los procesos colonizadores y la ausencia de soluciones que persistió por la tendencia de los gobiernos "post-independencia". Se mantuvieron las relaciones de poder y control económico intacto.
En América Latina esto fue una constante y
los pueblos indígenas fueron excluidos y tratados con desprecio, aumentando el
despojos adicional y con aparatos represivos dirigidos exclusivamente contra
quienes exigieran reparación. Esto, al punto de que las tendencias originales
fueron, incluso, de llevar al genocidio y franco exterminio de muchos pueblos
originarios. En realidad los procesos de descolonización fueron evitados por
las potencias coloniales y se desarrolló una colusión entre ellos y las nuevas burguesías,
nacientes y herederas directas del sistema colonial. No hubo procesos
genuinamente liberadores de los pueblos colonizados sino mantención del statu
quo: los "herederos" de los colonizadores (hijos, nietos y similares
por cultura, poder económico y franca alienación) no se plantearon la urgencia de restablecer los
derechos perdidos por los pueblos sometidos/desplazados/esclavizados al momento
de la colonización. Esto fue más notable en el caso de las grandes culturas pre-colombinas
(Mayas, Aztecas, Incas: “ellos lograron
sobrevivir… como pudieron”. Se trataba de una supervivencia al límite del
exterminio: de los aproximadamente 80-90 millones de habitantes del conjunto de
esas culturas, existentes a la llegada de los colonizadores españoles, quedan,
por el efecto directo de las guerras colonizadoras y de ocupación, hacia fines
del siglo XVIII, menos de 10 millones vivos. Están en el margen de la vida y si viven en sus
regiones, lo hacen desplazados, en “reducciones o reservas” donde la vida es
muy marginal y con una pobreza creciente. Están fuera de las nuevas sociedades,
a no ser por su inclusión forzada en sistemas de sometimiento y esclavitud.
Otras culturas y pueblos menores en población y de menos desarrollo social antes de la
llegada de los "conquistadores" fueron empujados fuera de los límites
de lo que fuese el nuevo país habitado (dizque independiente). Y se las dejó marginadas y, de ser
posible, destinadas a que desapareciesen por la misma exclusión y la represión
rutinaria programada. Onas, chonas, alakalufes y grandes grupos indígenas “escondidos” ((o
empujados a los márgenes mencionados) en Brasil, Colombia, Venezuela, Paraguay,
Argentina, México, etc. Estos, -los grupos de menor densidad poblacional y desarrollo
mencionados- gracias a una represión constante van desapareciendo por el diseño
(“sin querer queriendo”) de las nuevas independencias nacionales. El fuerte “empujón
descolonizador” vino al fin de la Segunda Guerra Mundial: aunque las burguesías
nacionales y las nuevas formas internacionales represivas (es decir, la mentalidad
imperio) trataran de quitarle su fuerza y sentido verdaderamente libertario
y democratizador. Las regresiones socio-políticas globalizadoras no han ayudado
mucho tampoco.
El pueblo Mapuche tuvo una “suerte diferente": por haber
sido un pueblo que logró desarrollar una enorme lucha anti-conquistador y persistir
en su intento por recuperar su cultura, tierras, idioma y restablecer su visión
histórica, fueron sometidos a mayores y diferentes grados de despojo y de
"guerras sucias". El caso de Argentina, donde casi se extermina al
Mapuche, y el de Chile, donde no se le logra eliminar, el despojo persistió y
se intentó, escondiendo la verdad y aumentando la marginación histórica,
encontrar “la solución” y de una
falsa "Pacificación de la Araucanía". Esta no era sino un
intento de genocidio, desplazamiento y de ocupación de sus tierras.
Pero las poblaciones
crecen y, hacia las últimas décadas del siglo XX, aumentan sus luchas oponiéndose al proceso
represivo dictatorial y de dicta-blanda que sigue en remplazo a algunas
dictaduras. No es que las oligarquías,
como el caso en Chile, donde “El Mercurio”, que decía en 1856 de la necesidad
de eliminar al pueblo Mapuche hayan cambiado… pero otros vientos soplan en la región
y los pueblos indígenas piensan diferente: quieren vivir con dignidad. Estas
luchas de hoy, pese a la criminalización y represión violenta a las que son sometidas por el poder establecido y muy lejano de cualquier intento democrático, se ven más organizadas, siempre (y todavía) pacificas pero
tenaces, y con repercusiones políticas nacionales e internacionales crecientes.
Un nuevo amanecer se ve venir en los procesos más genuinamente democratizadores
del mundo latinoamericano.
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