Sunday, March 29, 2015

¿Calamidades o Impudicia crónica que aplasta nuestros pueblos?

En medio de un temporal de corrupción cayeron 49 milímetros de agua donde casi nunca llueve

En realidad, es difícil de no sentirse incómodo cuando se habla de que esta Tragedia Natural, como dice el subsecretario del Interior es del orden del Terremoto del 2010, en Chile. Es un drama pero, dada la incapacidad de prevenir, de preocuparse intensamente de la suerte de nuestros pueblos, este era una "historia de muertes y destrucción anunciada".

La tragedia estaba ya determinada, venían ya bajando por los ríos del norte y cuando solo habían caído 4,9 cm de agua. (Sí 49 milímetros de lluvia). Aunque fueron sobre los mismos lechos de los ríos siempre secos y sobre cuyos lechos habían construido por decisiones nacionales y regionales el Hospital de Copiapó o un centro comercial ("Mall, como se dice en buen chileno") en otro de los lugares afectados.

Complicado poner todo junto... excepto de que en Chile no hay nunca prevención contra los problemas de la naturaleza... Total, ellos se desencadenan siempre sobre el pueblo. Las lluvias, su ausencia o su exceso (muy relativo, como vemos) significan sequías o inundaciones para nuestros pueblos. El poderoso Alto Las Condes o Vitacura ni Providencia sufren... pero vayan a mirar a cualquier otro lugar. Este paisito sentado en la OCDE, que miente como respira, tiene el agua vendida, acaparada por los peores sátrapas de nuestra historia... "y los conflictos del agua en Chile deben ser considerados como hechos por los poderes de gobierno pero que afectan a los pueblos. Y si no lo creen, piensen en el conflicto Mapuche o conflicto de los pescadores, o de los pobladores del puerto cuando se les incendia media ciudad) 

Quienes hemos visto los Tifones o Huracanes hemos podido apreciar que no es lo mismo un Huracán en Santo Domingo o Haiti que uno, allí, al ladito, en Cuba... Prevenir las tragedias de un pueblo es parte de la tarea de los gobiernos. Tuve el susto de que uno de mis hijos, aún un niño, estuviera en Cuba en uno de los peores huracanes  Los padres estábamos en Canadá!!)  Fuera del miedo, lógico... No hubo muertes ni desaparecidos...

Chañaral recibe las aguas, barro y aludes del río Salado
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¡Como no va a ser un fracaso social, del gobierno y sus estructuras, el que tengan que ir, por esos 49 mm de agua nada menos que la Presidenta, los generales de todo orden que son también parte de las fuentes de corrupción, los ministros, uno que otro parlamentario -siempre comprado por los potentados locales- y que las autoridades y organizaciones y autoridades locales no hayan podido prevenir (primero: no construir en los lechos de los ríos) y luego resolver los problemas que ocurrían. En Chañaral podemos ver como la Carretera 5 Norte sigue exactamente el lecho del río Salado...  (Ver en pag C8 del Mercurio impreso el gráfico del río Salado y de su encuentro con la Carretera 5 Norte.

Por los menos les sirvió para apagar el sonido de las protestas y la indignación colectiva por la corrupción que reina en el país.

Me gusta el artículo de Arturo Alejandro Muñoz... y me irrita cuando nos venden gato por liebre y quieren esconder la corrupción con los dramas previsibles de nuestros pueblos. Han sabido hacer hasta de las calamidades una farándula impúdica.


José Venturelli, Pediatra

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From: Politika <diarioelect.politika@gmail.com>
Date: 2015-03-28 9:26 GMT-04:00
Subject: No es un desastre "natural"...
To: Jose Venturelli <joseventurelli@gmail.com>
Terremotos, incendios, maremotos, inundaciones, tormentas, contaminaciones, intoxicaciones, erupciones... ¿Y si las consecuencias de tales calamidades
Politika OK WEB-02
Terremotos, incendios, maremotos, inundaciones, tormentas, contaminaciones, intoxicaciones, erupciones... ¿Y si las consecuencias de tales calamidades no fuesen tan "naturales"? Es la tesis, muy defendible -y bien defendida- de Arturo A. Muñoz.
Chanaral

No es ‘desastre natural’, es error humano

No es un ‘yo acuso ni un yo afirmo’… se trata solamente de un “yo sospecho”, o un “me late qué…”

Arturo Alejandro Muñoz

Lo que usted leerá a continuación no tiene nada de amable… ni de “políticamente correcto”. Lo siento, pues me parece que ya es hora de comenzar a exteriorizar lo que se lleva muy dentro del alma y del hígado, independiente de que ello provoque escozor en más de alguien. Precisamente por haber mantenido estas opiniones encerradas en mi estómago el escozor ha sido mío durante años.
Cuando una autoridad o la prensa hablan de “desastres naturales”, ¿a qué se están refiriendo en verdad? Me parece que un desastre natural es aquel producido por la madre natura y que afecta, directa y únicamente, a la misma madre natura, entendiendo por cierto que doña Pachamama acostumbra generar de vez en cuando algunos estropicios que, a la postre, usa como reordenadores de su propio yo, porque al igual que el universo ella está viva, activa, se mueve y cambia.
Madre natura ha sido muy leal con los seres vivos que pueblan sus cortezas y geografías. Nunca ha dejado de señalarles los lugares que ella ha ocupado y que, por supuesto, puede volver a utilizar. Alguna vez utilizó tales o cuales quebradas, hondonadas y senderos para dar libre tránsito a las aguas cordilleranas. Y aun en períodos de sequía esos sitios los dejó perfectamente marcados para que ningún animal (racional o no) tuviese la estúpida ocurrencia de instalar en ellos su hábitat, sabiendo o intuyendo que tarde o temprano las aguas de la cordillera ocuparían ese trazado.
Ningún animal que vive en libertad –nunca– estableció en esos lugares su nido, guarida o cobijo. Ninguno. Salvo el ser humano.
Ah, sí, es verdad… debo aclarar que me estoy refiriendo al ser humano pobre… a aquel que carece de recursos para instalar su domicilio en sitios seguros. Ese animal empobrecido vive donde puede, y no donde quiere o donde debería habitar. Su enorme debilidad económica le obliga a instalar vivienda en la geografía más peligrosa y económicamente barata, es decir, en los lugares menos recomendables para esos efectos. Cerros escarpados, riberas de ríos, faldeos de volcanes activos, quebradas donde ‘supuestamente’ nunca volvería a correr agua, bordes costeros que son básicamente acantilados o rompeolas, etc.
Y cuando madre Natura se agita y decide reordenar su ser interno porque le es necesario hacerlo, entonces, el mentado ‘desastre natural’ se transforma en una desgracia humana que afecta casi exclusivamente a los pobres, a aquellos cuya incapacidad económica les instó a sobrevivir instalando sus precarias viviendas en geografías que la Pachamama tenía reservada para si misma.
Las implicancias que tiene la consideración de los riesgos naturales en la planificación del territorio (planificación que como bien sabemos siempre está en manos de los dueños de la férula y del dinero), certifica una verdad inamovible, cual es que el ordenamiento del espacio resultante de la aplicación de criterios exclusivos de rentabilidad económica da lugar a disparidades territoriales insostenibles en el tiempo.
Así entonces, si el terreno es seguro, sólido –y se encuentra a resguardo de cualquier pataleta de la Pachamama– tiene valor suficiente para que sea ocupado por aquellos humanos que cuentan con poder económico y que, obviamente, estén en condiciones de sufragar los gastos en dinero que ello amerita. Por cierto, un terremoto de 9.8º Richter o un tsunami con olas de 20 metros de altura también les afectaría… pero tales eventos ocurren una vez cada mil años, así que no hay necesidad de preocuparse.
No sucede aquello con esos terrenos depreciados por la economía, los que se encuentran sitos en lugares donde la ocurrencia de fenómenos naturales puede provocar enormes daños. Allí vive la mano de obra, tan barata como el terreno mismo que ella habita, y tan depreciada como aquel. Sin embargo, y esto es imperioso decirlo, en ciertos casos esos terrenos –depreciados y todo– cuentan con hermosa vista hacia el mar, hacia el valle o hacia la cordillera.
Tal simple pero efectiva realidad enciende las ambiciones de poderosos consorcios económicos dispuestos a realizar cualquier barbaridad con tal de agenciarse aquella geografía para levantar hostales, condominios, restoranes y hoteles de lujo, pudiendo publicitar que ellos cuentan “con la mejor vista panorámica de la región” y destinados a turistas ABC1, el llamado “turista dólar”, o ‘turista euro’.
“Me late” (me ‘tinca’ o barrunto) que algunos de los incendios en los cerros de Valparaíso podrían obedecer a los asuntos insinuados en las líneas anteriores. También “me late” que algún porcentaje significativo de la desgracia humana acaecida en el norte atacameño deriva del desdén propio de los adinerados socios de las empresas mineras (encargados de destrozar glaciares, valles, aguas y poblaciones en pos del dinero), así como de la cipaya actuación de muchos de nuestros representantes políticos entregados de cuerpo y ano al mejor postor. Me late.
Entonces, amigos míos, tengan la bondad de poner más cuidado y atención cuando decidan referirse a “desastres naturales”. ¿Qué soy un mal pensado? Sí, oh Dios… qué mal pensado soy.
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