El maltrato y la arrogancia contra el pueblo Mapuche es proverbial. Lleva al desprecio de ministros y funcionarios racistas. Las condenas manipuladas dejan solo el camino para huelgas de hambre... Esto se repite por ser la única salida para un pueblo con memoria y dignidad.
La negación del Ministro del Desarrollo (sic) Joaquín Lavín de “darle 10 minutos” a la delegación Mapuche que vino desde la región de Ercilla y que deseaba indicarle sus frustraciones en una petición hecha por décadas y siglos, aunque nunca escuchada, es muestra de mala fe y arrogancia impúdica (Ver noticia en: http://radio.uchile.cl/noticias/166903/ ) En realidad, esa noticia es digna de motivo “para, otra vez, sacar al Ministro de su cargo con viento fresco”.
La realidad es que el gobierno Piñera continúa violando el
Convenio 169 de la OIT, que es ley en Chile.
El trato para con el pueblo Mapuche debe estar regido por ese Convenio.
Este gobierno y anteriores han tratado de modificarlo, adaptarlo, "chilenizarlo”
(en el mal y tradicional sentido gubernamental de la expresión) ... siempre con la clara
intención de impedir que el pueblo Mapuche participe en cada etapa de los
asuntos relacionados a sus intereses. Lo que es
un mínimo de sentido democrático que cualquier gobierno debería auto-imponerse.
Pero existe la rutina de la arrogancia y de mantener los privilegios para unos
pocos del continuo despojo y de una represión a la que los "dueños"
de la región y las fuerzas de Carabineros se han acostumbrado. La violencia
institucionalizada contra la infancia Mapuche, denunciada por todo el mundo,
incluye la cotidianidad de torturas, incluso cuando Carabineros detiene los
buses que llevan a los niños a sus escuelas para bajarlos y acosarlos,
exigiéndoles que "delaten a sus padres" como terrorista. O, en estos
días, el presionar a una no muy convencida dirección de UNICEF a que desaloje a
los ocupantes de esa sede como forma de exigir respeto para sus hijos. (En este
punto toda la sociedad civil debe apoyar la función central de UNICEF que es
proteger a los niños y no que el gobierno se quede “contento”. El Director de
UNICEF debe centrase en su tarea y no en acomodarse al gobierno de turno)
El Ministro Lavín vuelve a mostrar su característica: no es
un modelo de negociador. Ya lo demostraron los estudiantes en huelga cuando
impusieron su salida por incapaz de entender la función del gobierno. Y esta es
muy diferente de ser gerente para lucrar. Pero el problema viene incluso de más
arriba: es el mismo Presidente el que no sabe como hacerlo. Los nuevos ministros
siguen sus principios y pasa lo mismo. Los conceptos de gobernar no son los de
imponer obediencia ni de imponer ideas y principios retrógrados basados en una
mentalidad de capitalismo omnipotente, en el racismo cotidiano y en el
desconocimiento de los derechos de un pueblo.
Hay varios aspectos en los que la sociedad chilena sigue
empantanada: a) Persiste la idea de que el lucro es lo central y que los seres
humanos son solamente útiles si se someten al lucro que de unos pocos. b) La
forma de entender el concepto de "gobernar" sigue siendo lo que los
admiradores del dictador (o los coludidos, que lo hicieron por cuatro gobiernos
anteriores o 20 años de ganancias a las que ellos se cooptaron); c) Insisten en
escudarse en una Constitución inconstitucional pero no tienen ideas diferentes. Y no es que estén
honestamente errados. Nada de eso: Están deshonestamente errados porque se basan en un principio de abuso y ventajismo, apoyado en la fuerza; d) Persiste el uso de la mentira y de los
montajes para justificarlo todo.
Los representantes Mapuche denuncian el uso de estas mentiras
y de una pretendida autonomía de alcaldes, intendentes, Carabineros, Ministros.
Y eso es evidente. Por ejemplo, al dictarse condenas totalmente violatorias del
principio del debido proceso uno se pregunta: ¿Estos jueces y Cortes de
Justicia, presionadas en forma vergonzosa como lo vemos, como se las arreglan
para aguantar tantas imposiciones humillantes? La respuesta, salvo las honrosas
excepciones, es que si esto fuera la democracia que dicen es, no lo aceptarían.
Pero, como no lo es, aceptan esas “presiones” porque ellos son parte del
contubernio gubernamental con los pretendidos propietarios del país (del agua,
minas, bosques, mar, energía, educación, caminos, transportes, medio ambiente,
bancos usureros, ríos, carbón, calidad de vida de las personas, etc, etc… ¡y de
las leyes!) Las diversas formas de contubernio –y el de los medios de
información incluido, en primera línea- no son errores: son acciones
planificadas y de principios dignos de un sistema social abusivo que la sociedad civil hoy exige terminar. Es lo que se pretende negar que exista: la lucha de clases. La misma que llevó al golpe de Estado, tan presente entonces como ahora.
Por esto es que la denuncia por todos lados -en las ciudades
y en el planeta, como dicen las formulas papeles- es fundamental. No hacerlo es
ser cómplice por omisión (y, salvo la ignorancia impuesta, probablemente
también, por complicidad beneficiosa) La desobediencia civil que aumenta no es casualidad: el Estado la fomenta con sus actitudes anti-democráticas permanentes. Ghandi la planteaba como una responsabilidad social ineludible.
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