¿Podemos seguir por este camino al precipicio?
La mentalidad dictatorial ya no vale más.
"La respuesta" del gobierno... a
un crimen que nadie celebra me ahoga. Es obvio, vivimos en un país que
"necesita un enemigo". Y el dictador supo mantener esa idea como
norma. Enemigos por todos lados y muertos y desaparecidos por todos lados. En
la farsa democrática el enemigo ha sido el pueblo Mapuche. Logró, parece,
a que nos acostumbráramos a ello. Por ello, la muerte, la criminalización
de un enemigo prefabricado y las amenazas son "la respuesta" del
sistema.
El que monten todo un cuadro de
terroristas, de bandidos extranjeros, de observadores de derechos humanos que
transforman también en terroristas, de "suponer" que el asunto
es que "ellos" (gobierno y sus represores) son los buenos, los que
están dentro de lo legal y "los otros" (es decir, el pueblo Mapuche)
son los malos, los criminales porque en el pensamiento interno parece ser eso
lo único que han construido como imagen: un pueblo entero enemigo y
despreciable. Culpables primero pero hacer justicia… eso jamás. Primero
están dispuestos a “matar a su enemigo”… sobre todo cuando lo hacen completa
impunidad.
Mientras ese paradigma no sea reemplazado
por uno que busque, incansablemente, una solución real seguiremos cayendo como
lo vemos ahora. Los "buenos y normales" no lo han sido y,
sabemos, han abusado históricamente y no quieren reconocerlo en los actos. Por
otra parte, se necesita identificar que el pueblo Mapuche debe ser respetado en
todos sus derechos, INCLUYENDO el de ser un representante válido de si mismo,
para todas las decisiones que les competen. Eso, sólo eso, va a terminar esta
violencia, creada por la intolerancia de un sistema y exacerbada por la
dictadura y la persistencia de una mentalidad enfermiza del lucro. Se necesita
que tengamos justicia.
La existencia de leyes inmorales, hechas
en dictadura solo empeoró una situación ya mala. La dictadura trató de imponer
la idea de esta triste y malparida sociedad "a la chilena", nacida en
el crimen justificado con mentiras. Todo eso no vale más. Nunca más. Debemos
mirar la realidad y cambiar la Constitución, establecer normas de decencia que
nadie en el poder recuerda. Entonces se podrá hablar. Hasta entonces, seguirá
el aumento de la violencia institucionaliza y eso llevará a que sigamos aumentando
el número de crímenes y pérdidas humanas que se mantienen mientras no se
cambien las normas impuestas por el dictador y "apoyadas" por quienes
han profitado por ya cinco gobiernos "decididos a hacer lo que se
puede". Es decir, NADA... y mantener una sociedad llena de injusticias, de
violencia social e inequidades. Todas ellas bajo una represión siempre presente
y dispuestos a aumentarla todo lo que les parezca necesario.
Por ello, es necesario desobedecer lo que
nos han impuesto: cuando no hay calidad moral, las leyes y las órdenes deben
ser desobedecidas. Estas terminan siendo la causa del problema. Y en esa
desobediencia debemos desobedecer a la "magia" del circo electoral, a
una Constitución que nada resuelve ni cambia para bien. Y eso vale para todos:
viejos y, sobre todo, para los jóvenes que, en el análisis final son los dueños
del futuro y del mundo. No vivimos en un mundo respetable. La prioridad debe
ser atrevernos a pensar, a exigir lo que nos inculcaron violentamente como
imposible: los derechos humanos deben ser universales. Y son responsabilidad de
todos y de cada uno. No podemos seguir creyendo en este falso paraíso.
El testimonio de los hechos y fotos de
Osorno se ven por todos lados. Y peor: los caminos de la Araucanía han sido
bloqueados, el movimiento de las personas es amenazado y la persecución domina
la vida. La anunció el Presidente y su Ministro nunca conocido por ser
respetuoso de la gente. El gobierno y sus ministros sufren de la ausencia
total de saber respetar, de esa humildad que les permita identificar que ya no
sólo se equivocan, sino que cometen crímenes de lesa humanidad bajo el nombre
de sus entelequias legales y de creerse poderosos... pero cada vez más
despreciables.
Chile viola todos los convenios y tratados
de protección a su población. Las vidas de Werner Luchsinger y Vivian McKay, de
Vilcún, fueron sesgadas por la mantención de una dictadura que fue más lejos
que la vida de su dictador. Solo nos han dejado la respuesta sin diálogo de la
violación. Desde el año 2002 hay más de una docena de Mapuche muertos -todos impunemente aunque sus asesinos sean conocidos. Y hay millares de humillaciones y atrocidades que continúan. El lucro las ha
mantenido y eso debe terminar. 40 años es demasiado. Necesitamos justicia, equidad y una Constitución de verdad. Ahora.
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