Una historia de abusos y despojo no se resuelve con más violencia, atropellos y actos represivos. El papel de los gobiernos muestra una incapacidad obsesiva de injusticia y racismo.
La historia de la relación con el pueblo Mapuche, desde los
inicios del Estado chileno, el que sólo se limitó a heredar el país y a
reprimir a los que designó, en forma ciega y deshumanizada como "sus
enemigos" no ha permitido un crecimiento fraternal. Los decires y
voluntarismo del Presidente y de sus ministros del Interior han demostrado
sesgo y actitudes terroristas a cada momento. No han respetado los mecanismos
internacionales de negociación, reparación y estímulo social que entregan
Convenios como el 169 de la OIT. El uso hoy
de cuerpos de choque con acciones históricas vergonzosas como las de Cornelio
Saavedra y del "héroe" Trizano, que sembraron el terror y la muerte
en el siglo XIX, refuerzan con más violencia los ataques de grupos de choque institucionalizados
que amenazan y golpean a las comunidades. Se usa, incluso, sectores lumpen al
servicio de las forestales que vemos en los caminos. Las enormes compras de
armas de las forestales y el despliegue violentista con el que chantajean a un
gobierno que se deja chantajear, reflejan la ausencia de una mentalidad de
justicia. Los incendios de las comunidades y crímenes impunes de Mapuche -que
incluyen 13 personas desde el 2002, de menores que han sufrido torturas y los
asaltos a las comunidades y encarcelamientos inmorales son una vergüenza que hasta en
Europa hoy se conoce y que se la enrostraron con razón al Presidente Piñera en
el Parlamento Europeo. El Ministro del Interior no sabe qué es la
democracia ni quiere saberlo. Su historia es la de haber sido peón del dictador
y de seguir imitando sus "ejemplos". Acusa a las víctimas, a los extranjeros que
vienen a observar las violaciones y no tiene ni la menor capacidad de
auto-evaluarse. Su capacidad de
dirigente estudiantil en la U Católica le fue entregada por el dictador mismo.
La violencia de hoy lo muestra como es. Y esa violencia es atributo de
cobardes. Su diseño de la violencia del Estado ha permitido también arrinconar
a otros sectores en un callejón sin salida. La inaceptable y dramática muerte
de la pareja Luchsinger-McKay, con la que nadie solidariza, se origina en ese
esquema infame y sectario de nosotros contra el enemigo.
Mientras no se incluya una voluntad
democratizadora, de justicia, Chile seguirá preso de un sistema
inconstitucional, pro-lucro y de rasgos racistas que destruyen a nuestros
pueblos. Las leyes anti-democráticas como la anti-terrorista, los Estados de
Sitio y de excepción son parte de la misma y fracasada actitud. Cuando el
Presidente habla de criminales –y sobre lo que la misma Corte Suprema, que
nunca hizo regalos al pueblo Mapuche, lo desmintiera hace dos meses- determina
poner un cerco de espionaje y violencia contra todo el pueblo Mapuche y expone
su pobre expresión pro-democrática y refuerza su tendencia autoritaria. El
lucro, para él y su gobierno, todo lo justifica. En los gobiernos de los
últimos años se ha dado sumas exorbitantes de "compra" por predios a
algunos "agricultores en conflictos demostrados" que no los valían
pero nunca se ha propuesto un apoyo real a los Mapuche para que logren
recuperar su calidad de vida. Desde el año 1973 hasta ahora, el despojo ha sido
de sobre 7 y medio millón de hectáreas en las que se destruye el medio
ambiente. Vanagloriarse de haber "entregado" a algunos Mapuche de su
gusto, 31 mil hectáreas es un mal chiste.
No es con medidas anti-democráticas
que el Presidente y su ministro, Sr Chadwick, quienes podrán construir la paz que el país necesita. Demonizar a los
organismos de derechos humanos y volver a culpar a colombianos y otros países,
poner controles en los campos porque todos son terroristas, muestra el camino
errado... como siempre, "a la Pinochet". Es un grave error no incluir
en sus decisiones a los Mapuche para poder desarrollar sus escuelas, su idioma,
su visión del mundo y su sentido del respeto por la naturaleza. Ellos deben ser
considerados. Desarrollo humano y social no es sólo amasijar fortunas y
defenderlas con acciones violentistas y más armamentos. Eso es impedir la
expresión democrática de un pueblo entero que no es ni ha sido violento. Las
muertes, a manos de la represión institucionalizada, siguen impunes y el Estado
no hace sino atacarlos más y más y seguir funcionando con su tradición racista.
La voluntad de Justicia y leyes que lo permitan son necesarias con urgencia.
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