Sunday, March 10, 2013

El Pueblo Kawésqar lucha por sobrevivir ante un Estado ávido de utilizar las riquezas de su territorio al precio de imponerles el genocidio

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La etnia Kawéskar ha sufrido las enormes presiones de un pueblo que fue desraizado (aunque es un pueblo que ha vivido siempre cercano si no en el agua misma) sacado de su realidad de pueblo que vivía en el mar, un pueblo canoero al que se le impuso una vivencia que es, en términos reales, una reserva, una sofisticada prisión. Y por las restricciones que se le imponen por un estado que se erige en dueño de todos los recursos, en una forma de campo de concentración. Las restricciones y la negación de su cultura, idioma y derechos humanos fundamentales que todo pueblo debe tener, les siguen siendo negados. De una población cercana a los 50.000 hoy son unas 50 personas... Reflejan la eterna historia de ignorar y esconder la realidad y del genocidio invasor: les ha sido aplicado la técnica de "esconderlos" y, en ese silencioso intento, hacerlos desaparecer. La motivación es siempre la misma: poder explotar para unos pocos las enormes riquezas que en esa región existen. Una conversación con Carolina Huenucoy, Kawésqar que vive en ese maravilloso y duro mundo de Puerto Edén, me abrió los ojos ante esta realidad aterradora para su pueblo. El documento que sigue, discute una realidad para conocer y apoyar en la defensa de sus derechos más importantes.  JV
 
http://kawesqar-aswakiar.blogspot.com/2012/09/0-false-21-18-pt-18-pt-0-0-false-false.html

PRESENTACIÓN DE LA
COMUNIDAD KAWÉSQAR RESIDENTE EN PUERTO EDÉN
ANTE EL PARLAMENTO LATINO

Punta Arenas, Chile, 26 de abril de 2012

“LA DEUDA HISTÓRICA DEL ESTADO DE CHILE CON LAS COMUNIDADES ORIGINARIAS DE PUEBLOS CANOEROS AUSTRALES. CONDICIONES ACTUALES”

Agradezco al PARLATINO la oportunidad que nos brinda para exponer ante ustedes las características y condición de nuestra etnia, una de las más amenazadas de extinción y una de las más desconocidas de estas latitudes.

Residimos en Puerto Edén, un pequeño villorrio costero que se ubica en las coordenadas 49° 08’ S y 74° 25’,   en el ingreso sur del Canal Messier y al Oriente inmediato de la Isla Wellington.  Puerto Edén es la única población del Parque Nacional Bernardo O’Higgins, el área silvestre protegida más extensa del país y una de las más extensas del Planeta, reservorio biológico y de recursos hídricos de la mayor importancia mundial, muchos de ellos aún inexplorados. Al Este de Puerto Edén, se encuentra el Campo de Hielo Sur, espacio todavía no delimitado y que constituye una importante reserva de agua dulce, sin contar su relevancia estratégica para toda la región.

La Comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén es la última comunidad sociológica de esta etnia. La componen catorce personas, quienes hemos luchado por la preservación de nuestra cultura inmaterial y material. Somos una de las poblaciones supervivientes de un extenso proceso de exterminio de las cinco etnias patagónicas originarias.

Vivimos en un paisaje. Pero las condiciones de vida son extremadamente difíciles. Las comunicaciones de la localidad presentan graves deficiencias. Sólo un servicio de transbordadores sirve a la comunidad, servicio que muchas veces se ve interrumpido por factores de diversa índole. Cuando ello ocurre, nuestro aislamiento puede llegar a varias semanas. Carecemos de servicios básicos adecuados. La energía eléctrica es suministrada por una estación de turbina, que en la época de mayor exigencia no da abasto para las necesidades de la localidad. El agua potable, a pesar de la alta disponibilidad natural de ella, es un servicio que presenta, asimismo, fallas de suministro. No existe un servicio de saneamiento y tratamiento de aguas servidas, lo que ha llevado a que la bahía de Puerto Edén presente preocupantes condiciones de contaminación.

Por otra parte, la precaria vivienda Kawésqar de las familias residentes subsiste sólo con las casas que fueron donadas por una fundación belga a principios de la década de los años 1990, viviendas que hoy se encuentran ya muy deterioradas. No ha sido posible, hasta la fecha, el desarrollar una iniciativa de recuperación de tales viviendas – con pertinencia cultural – a pesar de que la Comunidad ha desarrollado un completo proyecto para tal fin.

La Escuela “Profesor Miguel Montesinos Contreras”, ofrece educación primaria, esforzándose en la entrega de una enseñanza basada en las condiciones locales y el reconocimiento de sus alumnos como descendientes de etnias originarias. Sin embargo, los estudios secundarios y superiores deber realizarse en el continente y aún fuera de la región. Recientemente hemos suscrito un convenio de cooperación con la Universidad de Magallanes, el cual esperamos implementar efectivamente en las próximas semanas, y que contempla el otorgamiento de becas de estudio para la Comunidad, así como el desarrollo de actividades de investigación científica con pleno respeto de los derechos de la misma comunidad sobre su entorno y sobre su cultura inmaterial y material.

Somos, con todo, una Comunidad viva, no en vías de extinción. Desarrollamos, con mucho esfuerzo iniciativas culturales y de rescate de nuestras tradiciones, a pesar de las amenazas que vienen del entorno y que afectan a nuestra lengua, nuestras tradiciones y nuestro territorio.

Quisiera referirme al Territorio Kawésqar, un desafío de preservación y defensa que hoy se nos presenta.  

Es importante que este auditorio tenga presente que la territorialidad del pueblo Kawésqar requiere ser entendida desde la forma de su cultura. Como contrapartida al exterminio de los pueblos nómades de cazadores terrestres, que fueron llevados a su total extinción hacia la década de 1940, aún persisten dos comunidades sociológicas de pueblos canoeros nómades de los canales y fiordos magallánicos: la comunidad Yagán de Puerto Williams, y nosotros, la comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén.



La mayor dispersión geográfica, la movilidad espacial y, sobre todo por las características de los espacios y recursos usados por la etnia Kawésqar, hizo que pudiéramos sobrevivir con algo de mayor éxito al exterminio de las poblaciones patagónicas originarias. Sin embargo, la actividad misional y la práctica de sedentarización a la cual se nos sometió, hizo que fuéramos obligados a abandonar progresivamente nuestro nomadismo, ubicándonos en cambio en misiones regentadas por congregaciones o cultos religiosos de origen europeo. Hacia el año 1920, cuando concluyó la actividad misionera, nuestra población se había reducido a poblados permanentes o semipermanentes, como los de Jetarkte, en la Isla Wellington y Rinconada Bulnes, en la Península de Brunswick.

Las políticas de sedentarización se intensificaron en los últimos cincuenta años, inducidas por la creación, precisamente, del poblado de Puerto Edén, entre los años 1949 y 1969.

Como ustedes podrán fácilmente comprender, esta sedentarización y en un poblado alejado y precario ha producido un debilitamiento progresivo de la población Kawésqar. Una de sus consecuencias es lo que hemos venido constatando como la Diáspora Kawésqar; con una evidente ruptura generacional y cultural. De hecho, hoy y producto de esta acción intencionada del Estado de Chile, el número de integrantes reconocidos y asumidos como Kawésqar no supera las 120 personas y, en un alto porcentaje, se trata de descendientes de segunda o tercera generación. Estos últimos están agrupados en centros urbanos, rompiendo vínculos con sus espacios tradicionales. Enfrentan, además, condiciones ostensibles de depauperación y dificultades de acceso a los diversos servicios sociales y sanitarios.

Quiero ahondar algunas ideas sobre el territorio Kawésqar, como un espacio dual dominado por el medio marino.

La cultura Kawésqar se funda en su relación con el medio marino y la zona costera. El mar es para nuestro pueblo medio de comunicación y fuente de sustento; también es un escenario inmediato para nuestra visión del mundo. Por ello, el espacio de los canales y fiordos magallánicos (jáutok), así como la costa abierta hacia el Pacífico (málte), están definidos y conceptualizados en nuestra cultura. En esos espacios se encuentran manifestaciones de la cultura Kawésqar, en la forma de espacios de pesca y caza, de recolección, de parición, campamentos temporales, cementerios, lugares tabú. La zona costera y el mar, sus aguas y recursos, son constitutivos de nuestro territorio.



Esto expresa una de las condiciones de nuestra cultura Kawésqar, nuestro nomadismo. A pesar de la radicación de nuestra comunidad en Puerto Edén, las referencias culturales, tanto desde el punto de vista inmaterial como material, se mantienen vivas y exigen respeto.



De esa manera, el territorio Kawésqar, en un probable giro respecto de otras culturas ancestrales, se encuentra dominado por el medio marino y costero. El mar domina la tierra. Es él quien permite, para nosotros, llegar a ella y al medio de asentamiento temporal o permanente que nos ofrece.



Por eso, el territorio Kawésqar es extenso en el mar. Y cubre, por tanto, el acceso al territorio terrestre asociado a él. El territorio Kawésqar se extiende, así, desde el Golfo de Penas hasta el Estrecho de Magallanes. En él se produce la distinción entre málte y jáutok, cada uno con un aporte específico a la cosmovisión Kawésqar. Además, la toponimia de ese territorio se reconoce, asimismo, por denominaciones de la lengua Kawésqar, paralela frecuentemente a la denominación oficial o vernácula.
Eso me permite ahondar brevemente en el territorio como sustento de la cosmovisión Kawésqar.
El poblamiento del territorio reconoció cuatro zonas de asentamiento de la población Kawésqar. En términos latitudinales, yendo desde el norte (aqáte) hacia el sur (seté), se reconoce a los Sǽlam habitantes de la zona norte, que corresponde al espacio que va desde el Golfo de Peñas hasta el Canal Adalberto; los Kčewíte, habitantes de la zona ubicada al sur de los Sǽlam, y que se establecían entre el Canal Adalberto por el norte y la Isla Jorge Montt y el Estrecho Nelson; los Kelǽlkčes, en la zona de Última Esperanza; y los Tawókser, ubicados en la zona del Seno Skyring, Seno Otway y en ambas riberas del Estrecho de Magallanes.



Los relatos de viaje que han sido documentados a partir de la historia oral, muestran que el territorio ha sido cubierto desde tiempos inmemoriales para fines de caza de subsistencia por nuestra población; luego para la comercialización mediante trueque de los productos de la caza con comerciantes de pieles finas; para llegar a los tiempos actuales en que la población Kawésqar hace uso del medio marino para la recolección de mariscos y la pesca de menor escala, y su posterior comercialización hacia los centros de consumo.



En esos relatos, los puntos de zarpe como los puntos intermedios y los puntos de meta, antes del retorno, son definidos por su relevancia y las referencias que va construyendo en la construcción del medio Kawésqar. Esta es una circunstancia anclada en la consciencia nómade de la comunidad y que vincula la navegación con el punto donde el mar y la tierra ofrecen condiciones para la caza, la recolección o la pesca.



Lo anterior es especialmente relevante, porque implican una concepción del espacio que registra sus usos ancestrales e incorpora los usos modernos, en la medida que estos no implican una transgresión a los primeros. El mar y su entorno terrestre deben proveer a la subsistencia; y es el medio en que la comunidad se hace sustentable y desde ello se orienta a su desarrollo.

Es necesario que exponga ante ustedes, además, cómo es que llegamos a esta condición de etnia amenazada de extinción, víctimas de un profundo proceso de genocidio/etnocidio.

El territorio Kawésqar, en su dimensión binaria de mar y tierra, no era un despoblado a la época de la colonización occidental. Era, además, como lo han demostrado las investigaciones arqueológicas, un territorio controlado y plenamente utilizado por nuestro pueblo. La extensión de este territorio estuvo siempre asociada a la práctica de caza, pesca y recolección, que requirió de amplios espacios de nomadismo que permitiera sostener la población.



Es sobre esa población la que se ejerció una extensa violencia física y simbólica. Los procesos  de ocupación del territorio Kawésqar por parte de la colonización europea y chilena fueron acompañados de prácticas de exterminio físico de la población originaria, bajo el supuesto de que ella no cumplía con los estándares que le permitían ser sujetos de derecho en la misma condición de quienes invadían sus espacios. Práctica que no sólo se remonta a los períodos previos a la independencia chilena, sino particularmente y con especial virulencia, a partir de las primeras décadas de la época republicana. El alcance del genocidio de nuestra población es un capítulo obscuro o, más bien, obscurecido de la historia del Estado chileno. No es fácil hacerse cargo de tales prácticas como uno de los fundamentos en los cuales se constituyó la autoridad jurídica de la República de Chile en el extremo austral, por sobre los derechos de un grupo humano ya asentado hace miles de años en esas latitudes.



La práctica del secuestro con resultado de muerte, admitida e incluso amparada jurídicamente por la naciente República, para la exhibición de nuestros ancestros en zoológicos humanos en la culta Europa, es un tema que recién venimos reconociendo en todo su alcance.

Al genocidio se le unió una serie de prácticas dirigidas a imponer una cultura ajena a nuestro pueblo. La persecución para el aseguramiento de los predios asignados a los colonos por el Estado de Chile, provocó la migración y la reducción de nuestra gente en misiones religiosas, donde se comenzó el proceso de destrucción de nuestra cultura, nuestras tradiciones y de nuestros referentes, junto a la muerte por enfermedad de quienes eran llevados a esos campos que presagiaban las peores prácticas que iban a desarrollar las culturas occidentales; proceso que luego fue reforzado por la imposición del servicio militar obligatorio; o el enganche obligatorio de nuestros antepasados como mano de obra precaria en faenas agrícolas o mineras del centro y el norte del país. Niños huérfanos fueron, por otra parte, sustraídos de sus comunidades, bajo una condición atribuida de orfandad, para ser adoptados por familias ajenas a nuestro pueblo, habiéndoseles perdido la pista sobre su destino final.



Por tanto, un genocidio amparado por la República de Chile, conocido a través de los relatos de nuestros mayores y por las crónicas de historiadores e investigadores. Pero no reconocido en toda su extensión por las consecuencias que él ha provocado para la sobrevivencia de nuestra etnia. Hoy nos encontramos recluidos en Puerto Edén, la que consideramos el centro capital de nuestro territorio. Allí se encuentra y hemos preservado nuestra cultura y, con esfuerzo poco comprendido, las bases materiales de ella.

El derecho de gentes ampara nuestros derechos y a ello quisiera referirme ahora.

Para nosotros hoy es claro que el derecho internacional nos reconoce derechos como pueblo originario y como minoría en el Estado chileno. Ese reconocimiento goza en Chile de rango constitucional y, por lo tanto, no puede ser desconocido ni por la ley ni por la actividad regulatoria de las autoridades, en ninguna de sus formas. Nadie puede atribuirse mayores derechos que los que la constitución chilena les otorga, ni puede desconocer ni derogar normas que tienen rango de derechos humanos básicos.



26. El derecho internacional ampara las bases materiales e inmateriales de la cultura Kawésqar. Esto implica que, cuando el artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, del cual es parte Chile desde el año (1989), reconoce a las minorías el ejercicio de su cultura, lo hace en ambas dimensiones. Como lo ha reconocido y declarado en múltiples ocasiones el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Para el Comité, la protección de la identidad de una población originaria implica, no la indiferencia del Estado, sino al contrario, el despliegue de actividades positivas para protegerla, removiendo los obstáculos que impidan su ejercicio. Para el Comité, además, tal identidad se manifiesta no sólo a través del idioma o la religión, sino en el uso de los recursos, y ha mencionado expresamente entre ellos la pesca y la caza, y el derecho a vivir en reservas protegidas por la ley.



Esto implica que, para el pueblo Kawésqar, el derecho a acceder a los recursos marinos y terrestres se encuentra jurídicamente protegido, y corresponde que el Estado de Chile y sus autoridades lo respeten y lo promuevan efectivamente.

Recuerdo además, ante ustedes, que cuando el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas le ha correspondido conocer de casos similares a los del pueblo Kawésqar, ha dejado en claro tres cuestiones básicas respecto de los derechos de los pueblos originarios costeros: a) que la pesca marítima se encuentra protegida dentro del artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; b) que hay leyes que pueden interferir en el ejercicio de los derechos que emanan de este artículo; c) que sólo un proceso de participación amplio e informado por parte de las comunidades afectadas puede autorizar el establecimiento de regulaciones a los derechos que emanan del mismo artículo, pero sin que se pueda llegar una derogación de esos derechos.

Por otra parte, el Convenio N° 169 de la Organización Internacional del Trabajo reafirma nuestros derechos como pueblo costero. De especial importancia es la concepción del territorio contenida en su artículo 13. En él se conjugan tres elementos. En primer lugar, se señala un mandato para los Gobiernos, en el sentido que ellos, al aplicar el Convenio, deben respetar la importancia especial que las tierras y territorios tienen para las culturas y valores espirituales de los pueblos interesados. Es decir, éste es un mandato que abarca todas las actuaciones de esos Gobiernos, en sus diversas manifestaciones. En segundo lugar, destaca la diferencia y, al mismo tiempo, la complementación de las dimensiones de tierra y  territorio. Conforme al Convenio, el territorio comprende la totalidad del hábitat de las regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna otra manera. Así, la protección que ofrece esta disposición excedería el puro marco terrestre y debería extenderse a todo el medio que es utilizado por esos pueblos. Ello incluiría, entre otras dimensiones del territorio, a las aguas, los mares y sus recursos.

Entendemos, asimismo, que los pueblos costeros disponemos de un derecho especial de consulta, previsto en el derecho internacional vigente.

Tenemos un derecho especial de consulta que se suma al derecho general de consulta del artículo 6 del mismo Convenio. Por ende, un doble derecho que asiste a la comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén, que desarrolla sus medios de vida en ese binomio de mar y tierra, y que ha desarrollado prácticas ancestrales de uso de los recursos de una y otra dimensión de nuestro territorio.

Un doble derecho de consulta que debe cumplir con los mismos estándares mínimos que el Comité de Expertos de la OIT ha establecido para la implementación del artículo 6 del Convenio. Es decir, debe tratarse de una consulta previa, informada y dirigida de buena fe a obtener el consentimiento. No se trata, por lo tanto, de un mero derecho de ratificación, dado que la consulta debe permitir incidir en la aplicación de la medida en cuestión y evaluar debidamente su incidencia social, espiritual y cultural, así como sobre el medio ambiente y su protección. La misma Corte Suprema de Justicia chilena se ha ido ordenando en torno a esas mismas premisas. Casos de particular preocupación en el contexto descrito.

Por eso es que nos preocupan las acciones que ha venido impulsando el Gobierno de Chile y que afectan directamente a los derechos de la comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén.

Podemos mencionar, en primer lugar, la Zonificación del Borde Costero de la Región de Magallanes y la Antártica chilena, que se realizó sin ninguna consulta previa, informada, específica y dirigida de buena fe a lograr consentimiento con la comunidad. Eso ha implicado que hoy se hayan declarado Áreas Aptas para la Acuicultura en territorio Kawésqar, con invasión de nuestros derechos culturales, tanto materiales como inmateriales. Se ha informado por la autoridad política de Chile que debería procederse a una consulta con las comunidades de pueblos originarios. Con todo, esto mismo llama la atención porque: a) reconoce que no ha habido consulta previa; b) pretende realizar una consulta posterior, lo que transgrede las normas del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, así como el Convenio N° 169, llevando a que las normas de zonificación y de declaración de aptitud de las áreas de acuicultura se encuentren en una condición de nulidad que buscaremos hacer efectiva.

Se han venido argumentando verdaderas falacias para justificar la ausencia de consulta previa; y ni qué decir de la consulta y participación en el manejo de los recursos costeros y marinos. Olvida, de hecho, el Gobierno de Chile que no puede argumentar razones de derecho interno para incumplir compromisos internacionales. Pero en eso está. Incumpliendo.




Los integrantes de la Comunidad Kawésqar de Puerto Edén nos encontramos, por ello, seriamente preocupados por los anuncios de una instalación masiva de centros de acuicultura intensiva para el cultivo de salmones en nuestro territorio. Ya conocemos los desastrosos resultados que un proceso similar a éste tuvo en la región de Los Lagos, y los perniciosos efectos sobre las comunidades Huilliche de esa región. Una actividad que explota el medio ambiente hasta la saciedad, ensucia hasta el hartazgo, degrada el medio social y cultural y cuando enfrenta crisis sanitarias o ambientales, termina recurriendo al propio Estado para que los salve de la bancarrota. No queremos eso para nuestro territorio.

Estamos, asimismo, preocupados por recuperar nuestros derechos pesqueros y a la zona costera. A recuperar nuestra identidad en esta Era de los Pueblos. A revertir la diáspora y a poblar de esperanza ese espacio que es nuestro territorio. Pero sosteniblemente. No a punta de industrialización enajenada.

Hoy estamos dispuestos a luchar en todos los foros, nacionales e internacionales para el respeto de nuestra cultura material que es parte de nuestra visión del mundo, y de nuestra cultura inmaterial. Ambas de una riqueza enorme, a pesar de las apariencias de sobriedad que ellas tienen. Queremos, como ya hemos dicho en otras instancias, hacer visible que bajo lo simple se encuentra frecuentemente la mayor de las riquezas; y que en el borde de este país y del Planeta sobrevive un pueblo que reclama dignidad y reconocimiento.

Muchas gracias.

Publicado 4th September 2012 por aswakiar

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