La etnia
Kawéskar ha sufrido las enormes presiones de un pueblo que fue desraizado
(aunque es un pueblo que ha vivido siempre cercano si no en el agua misma)
sacado de su realidad de pueblo que vivía en el mar, un pueblo canoero al que
se le impuso una vivencia que es, en términos reales, una reserva, una
sofisticada prisión. Y por las restricciones que se le imponen por un estado
que se erige en dueño de todos los
recursos, en una forma de campo de concentración. Las restricciones y la
negación de su cultura, idioma y derechos humanos fundamentales que todo pueblo
debe tener, les siguen siendo negados. De una población cercana a los 50.000
hoy son unas 50 personas... Reflejan la eterna historia de ignorar y esconder
la realidad y del genocidio invasor: les ha sido aplicado la técnica de
"esconderlos" y, en ese silencioso intento, hacerlos desaparecer. La
motivación es siempre la misma: poder explotar para unos pocos las enormes
riquezas que en esa región existen. Una conversación con Carolina Huenucoy,
Kawésqar que vive en ese maravilloso y duro mundo de Puerto Edén, me abrió los
ojos ante esta realidad aterradora para su pueblo. El documento que sigue,
discute una realidad para conocer y apoyar en la defensa de sus derechos más
importantes. JV
http://kawesqar-aswakiar.blogspot.com/2012/09/0-false-21-18-pt-18-pt-0-0-false-false.html
PRESENTACIÓN DE LA
COMUNIDAD KAWÉSQAR RESIDENTE EN PUERTO EDÉN
ANTE EL PARLAMENTO LATINO
Punta Arenas, Chile, 26 de abril de 2012
“LA DEUDA HISTÓRICA DEL ESTADO DE CHILE CON LAS
COMUNIDADES ORIGINARIAS DE PUEBLOS CANOEROS AUSTRALES. CONDICIONES ACTUALES”
Agradezco al PARLATINO la oportunidad que nos
brinda para exponer ante ustedes las características y condición de nuestra
etnia, una de las más amenazadas de extinción y una de las más desconocidas de
estas latitudes.
Residimos en Puerto Edén, un pequeño villorrio costero que se ubica en
las coordenadas 49° 08’ S y 74° 25’, en el ingreso sur del Canal
Messier y al Oriente inmediato de la Isla Wellington. Puerto Edén es la
única población del Parque Nacional Bernardo O’Higgins, el área silvestre
protegida más extensa del país y una de las más extensas del Planeta,
reservorio biológico y de recursos hídricos de la mayor importancia mundial,
muchos de ellos aún inexplorados. Al Este de Puerto Edén, se encuentra el Campo
de Hielo Sur, espacio todavía no delimitado y que constituye una importante
reserva de agua dulce, sin contar su relevancia estratégica para toda la
región.
La Comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén
es la última comunidad sociológica de esta etnia. La componen catorce personas,
quienes hemos luchado por la preservación de nuestra cultura inmaterial y
material. Somos una de las poblaciones supervivientes de un extenso proceso de
exterminio de las cinco etnias patagónicas originarias.
Vivimos en un paisaje. Pero las condiciones de
vida son extremadamente difíciles. Las comunicaciones de la localidad presentan
graves deficiencias. Sólo un servicio de transbordadores sirve a la comunidad,
servicio que muchas veces se ve interrumpido por factores de diversa índole.
Cuando ello ocurre, nuestro aislamiento puede llegar a varias semanas.
Carecemos de servicios básicos adecuados. La energía eléctrica es suministrada
por una estación de turbina, que en la época de mayor exigencia no da abasto
para las necesidades de la localidad. El agua potable, a pesar de la alta
disponibilidad natural de ella, es un servicio que presenta, asimismo, fallas
de suministro. No existe un servicio de saneamiento y tratamiento de aguas
servidas, lo que ha llevado a que la bahía de Puerto Edén presente preocupantes
condiciones de contaminación.
Por otra parte, la precaria vivienda Kawésqar de
las familias residentes subsiste sólo con las casas que fueron donadas por una
fundación belga a principios de la década de los años 1990, viviendas que hoy
se encuentran ya muy deterioradas. No ha sido posible, hasta la fecha, el
desarrollar una iniciativa de recuperación de tales viviendas – con pertinencia
cultural – a pesar de que la Comunidad ha desarrollado un completo proyecto
para tal fin.
La Escuela “Profesor Miguel Montesinos
Contreras”, ofrece educación primaria, esforzándose en la entrega de una
enseñanza basada en las condiciones locales y el reconocimiento de sus alumnos
como descendientes de etnias originarias. Sin embargo, los estudios secundarios
y superiores deber realizarse en el continente y aún fuera de la región.
Recientemente hemos suscrito un convenio de cooperación con la Universidad de
Magallanes, el cual esperamos implementar efectivamente en las próximas
semanas, y que contempla el otorgamiento de becas de estudio para la Comunidad,
así como el desarrollo de actividades de investigación científica con pleno
respeto de los derechos de la misma comunidad sobre su entorno y sobre su
cultura inmaterial y material.
Somos, con todo, una Comunidad viva, no en vías
de extinción. Desarrollamos, con mucho esfuerzo iniciativas culturales y de
rescate de nuestras tradiciones, a pesar de las amenazas que vienen del entorno
y que afectan a nuestra lengua, nuestras tradiciones y nuestro territorio.
Quisiera
referirme al Territorio Kawésqar, un desafío de preservación y defensa que hoy
se nos presenta.
Es importante que este auditorio tenga presente
que la territorialidad del pueblo Kawésqar requiere ser entendida desde la
forma de su cultura. Como contrapartida al exterminio de los pueblos nómades de
cazadores terrestres, que fueron llevados a su total extinción hacia la década
de 1940, aún persisten dos comunidades sociológicas de pueblos canoeros nómades
de los canales y fiordos magallánicos: la comunidad Yagán de Puerto Williams, y
nosotros, la comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén.
La mayor dispersión geográfica, la movilidad
espacial y, sobre todo por las características de los espacios y recursos
usados por la etnia Kawésqar, hizo que pudiéramos sobrevivir con algo de mayor
éxito al exterminio de las poblaciones patagónicas originarias. Sin embargo, la
actividad misional y la práctica de sedentarización a la cual se nos sometió,
hizo que fuéramos obligados a abandonar progresivamente nuestro nomadismo,
ubicándonos en cambio en misiones regentadas por congregaciones o cultos
religiosos de origen europeo. Hacia el año 1920, cuando concluyó la actividad
misionera, nuestra población se había reducido a poblados permanentes o
semipermanentes, como los de Jetarkte, en la Isla Wellington y Rinconada
Bulnes, en la Península de Brunswick.
Las políticas de sedentarización se intensificaron en los últimos
cincuenta años, inducidas por la creación, precisamente, del poblado de Puerto
Edén, entre los años 1949 y 1969.
Como ustedes podrán fácilmente
comprender, esta sedentarización y en un poblado alejado y precario ha
producido un debilitamiento progresivo de la población Kawésqar. Una de sus
consecuencias es lo que hemos venido constatando como la Diáspora Kawésqar; con
una evidente ruptura generacional y cultural. De hecho, hoy y producto de esta
acción intencionada del Estado de Chile, el número de integrantes reconocidos y
asumidos como Kawésqar no supera las 120 personas y, en un alto porcentaje, se
trata de descendientes de segunda o tercera generación. Estos últimos están
agrupados en centros urbanos, rompiendo vínculos con sus espacios
tradicionales. Enfrentan, además, condiciones ostensibles de depauperación y
dificultades de acceso a los diversos servicios sociales y sanitarios.
Quiero ahondar algunas ideas sobre el territorio Kawésqar, como un
espacio dual dominado por el medio marino.
La cultura Kawésqar se funda en su
relación con el medio marino y la zona costera. El mar es para nuestro pueblo
medio de comunicación y fuente de sustento; también es un escenario inmediato
para nuestra visión del mundo. Por ello, el espacio de los canales y fiordos
magallánicos (jáutok), así como la
costa abierta hacia el Pacífico (málte),
están definidos y conceptualizados en nuestra cultura. En esos espacios se
encuentran manifestaciones de la cultura Kawésqar, en la forma de espacios de
pesca y caza, de recolección, de parición, campamentos temporales, cementerios,
lugares tabú. La zona costera y el mar, sus aguas y recursos, son constitutivos
de nuestro territorio.
Esto expresa una de las condiciones
de nuestra cultura Kawésqar, nuestro nomadismo. A pesar de la radicación de nuestra
comunidad en Puerto Edén, las referencias culturales, tanto desde el punto de
vista inmaterial como material, se mantienen vivas y exigen respeto.
De esa manera, el territorio
Kawésqar, en un probable giro respecto de otras culturas ancestrales, se encuentra
dominado por el medio marino y costero. El mar domina la tierra. Es él quien
permite, para nosotros, llegar a ella y al medio de asentamiento temporal o
permanente que nos ofrece.
Por eso, el territorio Kawésqar es
extenso en el mar. Y cubre, por tanto, el acceso al territorio terrestre
asociado a él. El territorio Kawésqar se extiende, así, desde el Golfo de Penas
hasta el Estrecho de Magallanes. En él se produce la distinción entre málte y jáutok, cada uno con un aporte específico a la cosmovisión
Kawésqar. Además, la toponimia de ese territorio se reconoce, asimismo, por
denominaciones de la lengua Kawésqar, paralela frecuentemente a la denominación
oficial o vernácula.
Eso me permite ahondar brevemente en el
territorio como sustento de la cosmovisión Kawésqar.
El
poblamiento del territorio reconoció cuatro zonas de asentamiento de la
población Kawésqar. En términos latitudinales, yendo desde el norte (aqáte) hacia el sur (seté), se reconoce a los Sǽlam
habitantes de la zona norte, que corresponde al espacio que va desde el Golfo
de Peñas hasta el Canal Adalberto; los Kčewíte, habitantes de la zona ubicada al
sur de los Sǽlam, y que se establecían entre el Canal Adalberto por el norte y
la Isla Jorge Montt y el Estrecho Nelson; los Kelǽlkčes, en la zona de Última
Esperanza; y los Tawókser, ubicados en la zona del Seno Skyring, Seno Otway y
en ambas riberas del Estrecho de Magallanes.
Los
relatos de viaje que han sido documentados a partir de la historia oral,
muestran que el territorio ha sido cubierto desde tiempos inmemoriales para
fines de caza de subsistencia por nuestra población; luego para la
comercialización mediante trueque de los productos de la caza con comerciantes
de pieles finas; para llegar a los tiempos actuales en que la población
Kawésqar hace uso del medio marino para la recolección de mariscos y la pesca
de menor escala, y su posterior comercialización hacia los centros de consumo.
En esos
relatos, los puntos de zarpe como los puntos intermedios y los puntos de meta,
antes del retorno, son definidos por su relevancia y las referencias que va
construyendo en la construcción del medio Kawésqar. Esta es una circunstancia
anclada en la consciencia nómade de la comunidad y que vincula la navegación
con el punto donde el mar y la tierra ofrecen condiciones para la caza, la
recolección o la pesca.
Lo
anterior es especialmente relevante, porque implican una concepción del espacio
que registra sus usos ancestrales e incorpora los usos modernos, en la medida
que estos no implican una transgresión a los primeros. El mar y su entorno
terrestre deben proveer a la subsistencia; y es el medio en que la comunidad se
hace sustentable y desde ello se orienta a su desarrollo.
Es necesario que exponga ante ustedes, además, cómo es que llegamos a
esta condición de etnia amenazada de extinción, víctimas de un profundo proceso
de genocidio/etnocidio.
El territorio Kawésqar, en su
dimensión binaria de mar y tierra, no era un despoblado a la época de la
colonización occidental. Era, además, como lo han demostrado las
investigaciones arqueológicas, un territorio controlado y plenamente utilizado
por nuestro pueblo. La extensión de este territorio estuvo siempre asociada a
la práctica de caza, pesca y recolección, que requirió de amplios espacios de
nomadismo que permitiera sostener la población.
Es sobre esa población la que se
ejerció una extensa violencia física y simbólica. Los procesos de ocupación
del territorio Kawésqar por parte de la colonización europea y chilena fueron
acompañados de prácticas de exterminio físico de la población originaria,
bajo el supuesto de que ella no cumplía con los estándares que le permitían ser
sujetos de derecho en la misma condición de quienes invadían sus espacios.
Práctica que no sólo se remonta a los períodos previos a la independencia
chilena, sino particularmente y con especial virulencia, a partir de las
primeras décadas de la época republicana. El alcance del genocidio de nuestra
población es un capítulo obscuro o, más bien, obscurecido de la historia del
Estado chileno. No es fácil hacerse cargo de tales prácticas como uno
de los fundamentos en los cuales se constituyó la autoridad jurídica de la
República de Chile en el extremo austral, por sobre los derechos de un grupo
humano ya asentado hace miles de años en esas latitudes.
La práctica del secuestro con resultado de muerte,
admitida e incluso amparada jurídicamente por la naciente República, para la
exhibición de nuestros ancestros en zoológicos humanos en la culta Europa, es
un tema que recién venimos reconociendo en todo su alcance.
Al genocidio se le unió una serie de
prácticas dirigidas a imponer una cultura ajena a nuestro pueblo. La
persecución para el aseguramiento de los predios asignados a los colonos por el
Estado de Chile, provocó la migración y la reducción de nuestra gente en
misiones religiosas, donde se comenzó el proceso de destrucción de nuestra
cultura, nuestras tradiciones y de nuestros referentes, junto a la muerte por
enfermedad de quienes eran llevados a esos campos que presagiaban las peores
prácticas que iban a desarrollar las culturas occidentales; proceso que luego
fue reforzado por la imposición del servicio militar obligatorio; o el enganche
obligatorio de nuestros antepasados como mano de obra precaria en faenas
agrícolas o mineras del centro y el norte del país. Niños huérfanos fueron, por otra parte, sustraídos de sus comunidades,
bajo una condición atribuida de orfandad, para ser adoptados por familias
ajenas a nuestro pueblo, habiéndoseles perdido la pista sobre su destino final.
Por tanto, un genocidio amparado por
la República de Chile, conocido a través de los relatos de nuestros mayores y
por las crónicas de historiadores e investigadores. Pero no reconocido en toda
su extensión por las consecuencias que él ha provocado para la sobrevivencia de
nuestra etnia. Hoy nos encontramos recluidos en Puerto Edén, la que
consideramos el centro capital de nuestro territorio. Allí se encuentra y hemos
preservado nuestra cultura y, con esfuerzo poco comprendido, las bases
materiales de ella.
El derecho de gentes ampara nuestros derechos y
a ello quisiera referirme ahora.
Para nosotros hoy es claro que el
derecho internacional nos reconoce derechos como pueblo originario y como
minoría en el Estado chileno. Ese reconocimiento goza en Chile de rango
constitucional y, por lo tanto, no puede ser desconocido ni por la ley ni por
la actividad regulatoria de las autoridades, en ninguna de sus formas. Nadie
puede atribuirse mayores derechos que los que la constitución chilena les
otorga, ni puede desconocer ni derogar normas que tienen rango de derechos
humanos básicos.
26. El derecho internacional ampara
las bases materiales e inmateriales de la cultura Kawésqar. Esto implica que,
cuando el artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
del cual es parte Chile desde el año (1989), reconoce a las minorías el
ejercicio de su cultura, lo hace en ambas dimensiones. Como lo ha reconocido y
declarado en múltiples ocasiones el Comité de Derechos Humanos de las Naciones
Unidas. Para el Comité, la protección de la identidad de una población
originaria implica, no la indiferencia del Estado, sino al contrario, el
despliegue de actividades positivas para protegerla, removiendo los obstáculos
que impidan su ejercicio. Para el Comité, además, tal identidad se manifiesta
no sólo a través del idioma o la religión, sino en el uso de los recursos, y ha
mencionado expresamente entre ellos la pesca y la caza, y el derecho a vivir en
reservas protegidas por la ley.
Esto implica que, para el pueblo
Kawésqar, el derecho a acceder a los recursos marinos y terrestres se encuentra
jurídicamente protegido, y corresponde que el Estado de Chile y sus autoridades
lo respeten y lo promuevan efectivamente.
Recuerdo además, ante ustedes, que
cuando el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas le ha correspondido
conocer de casos similares a los del pueblo Kawésqar, ha dejado en claro tres
cuestiones básicas respecto de los derechos de los pueblos originarios
costeros: a) que la pesca marítima se encuentra protegida dentro del artículo
27 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; b)
que hay leyes que pueden interferir en el ejercicio de los derechos que emanan
de este artículo; c) que sólo un
proceso de participación amplio e informado por parte de las comunidades
afectadas puede autorizar el establecimiento de regulaciones a los derechos que
emanan del mismo artículo, pero sin que se pueda llegar una derogación de esos
derechos.
Por otra parte, el Convenio N° 169 de la
Organización Internacional del Trabajo reafirma nuestros derechos como pueblo
costero. De especial importancia es la concepción del territorio contenida en
su artículo 13. En él se conjugan tres elementos. En primer lugar, se señala un
mandato para los Gobiernos, en el sentido que ellos, al aplicar el Convenio,
deben respetar la importancia especial que las tierras y territorios tienen
para las culturas y valores espirituales de los pueblos interesados. Es decir,
éste es un mandato que abarca todas las actuaciones de esos Gobiernos, en sus
diversas manifestaciones. En segundo lugar, destaca la diferencia y, al mismo
tiempo, la complementación de las dimensiones de tierra y territorio.
Conforme al Convenio, el territorio comprende la totalidad del hábitat de las
regiones que los pueblos interesados ocupan o utilizan de alguna otra manera.
Así, la protección que ofrece esta disposición excedería el puro marco terrestre
y debería extenderse a todo el medio que es utilizado por esos pueblos. Ello
incluiría, entre otras dimensiones del territorio, a las aguas, los mares y sus
recursos.
Entendemos,
asimismo, que los pueblos costeros disponemos de un derecho especial de consulta,
previsto en el derecho internacional vigente.
Tenemos un derecho especial de consulta que se
suma al derecho general de consulta del artículo 6 del mismo Convenio. Por
ende, un doble derecho que asiste a la comunidad Kawésqar residente en Puerto
Edén, que desarrolla sus medios de vida en ese binomio de mar y tierra, y que
ha desarrollado prácticas ancestrales de uso de los recursos de una y otra
dimensión de nuestro territorio.
Un doble derecho de consulta que debe cumplir
con los mismos estándares mínimos que el Comité de Expertos de la OIT ha
establecido para la implementación del artículo 6 del Convenio. Es decir, debe
tratarse de una consulta previa, informada y dirigida de buena fe a obtener el
consentimiento. No se trata, por lo tanto, de un mero derecho de ratificación,
dado que la consulta debe permitir incidir en la aplicación de la medida en
cuestión y evaluar debidamente su incidencia social, espiritual y cultural, así
como sobre el medio ambiente y su protección. La misma Corte Suprema de Justicia
chilena se ha ido ordenando en torno a esas mismas premisas. Casos de
particular preocupación en el contexto descrito.
Por eso es que nos preocupan las acciones que ha
venido impulsando el Gobierno de Chile y que afectan directamente a los
derechos de la comunidad Kawésqar residente en Puerto Edén.
Podemos mencionar, en primer lugar, la
Zonificación del Borde Costero de la Región de Magallanes y la Antártica
chilena, que se realizó sin ninguna consulta previa, informada, específica y
dirigida de buena fe a lograr consentimiento con la comunidad. Eso ha implicado
que hoy se hayan declarado Áreas Aptas para la Acuicultura en territorio
Kawésqar, con invasión de nuestros derechos culturales, tanto materiales como
inmateriales. Se ha informado por la autoridad política de Chile que debería
procederse a una consulta con las comunidades de pueblos originarios. Con todo,
esto mismo llama la atención porque: a) reconoce que no ha habido consulta
previa; b) pretende realizar una consulta posterior, lo que transgrede las
normas del Pacto de Derechos Civiles y Políticos, así como el Convenio N° 169,
llevando a que las normas de zonificación y de declaración de aptitud de las
áreas de acuicultura se encuentren en una condición de nulidad que buscaremos
hacer efectiva.
Se han venido argumentando verdaderas falacias
para justificar la ausencia de consulta previa; y ni qué decir de la consulta y
participación en el manejo de los recursos costeros y marinos. Olvida, de
hecho, el Gobierno de Chile que no puede argumentar razones de derecho interno
para incumplir compromisos internacionales. Pero en eso está. Incumpliendo.
Los integrantes de la Comunidad Kawésqar de
Puerto Edén nos encontramos, por ello, seriamente preocupados por los anuncios
de una instalación masiva de centros de acuicultura intensiva para el cultivo
de salmones en nuestro territorio. Ya conocemos los desastrosos resultados que
un proceso similar a éste tuvo en la región de Los Lagos, y los perniciosos
efectos sobre las comunidades Huilliche de esa región. Una actividad que
explota el medio ambiente hasta la saciedad, ensucia hasta el hartazgo, degrada
el medio social y cultural y cuando enfrenta crisis sanitarias o ambientales,
termina recurriendo al propio Estado para que los salve de la bancarrota. No
queremos eso para nuestro territorio.
Estamos, asimismo, preocupados por recuperar
nuestros derechos pesqueros y a la zona costera. A recuperar nuestra identidad
en esta Era de los Pueblos. A revertir la diáspora y a poblar de esperanza ese
espacio que es nuestro territorio. Pero sosteniblemente. No a punta de
industrialización enajenada.
Hoy estamos dispuestos a luchar en
todos los foros, nacionales e internacionales para el respeto de nuestra
cultura material que es parte de nuestra visión del mundo, y de nuestra cultura
inmaterial. Ambas de una riqueza enorme, a pesar de las apariencias de
sobriedad que ellas tienen. Queremos, como ya hemos dicho en otras instancias,
hacer visible que bajo lo simple se encuentra frecuentemente la mayor de las
riquezas; y que en el borde de este país y del Planeta sobrevive un pueblo que
reclama dignidad y reconocimiento.
Publicado 4th September 2012 por aswakiar
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